miércoles, 26 de agosto de 2009

PARA ANTES QUE NUESTROS HIJOS CREZCAN (Autor anónimo)

Hay un período en el que los padres quedamos huérfanos de hijos. Es que ellos crecen independientemente de nosotros, como árboles murmurantes y pájaron imprudentes...
Crecen sin pedir permiso a la vida, con una estridencia alegre y a veces con alardeada arrogancia.
Pero no crecen todos los días, crecen de repente.
Un día, se sientan cerca tuyo y con increíble naturalidad te dicen cualquier cosa que te indica que esa criatura que hasta ayer usaba pañales y daba pasitos temblorosos e inseguros... creció.
¿Cuándo creció que no lo percibiste? ¿Dónde quedaron las fiestas infantiles, los juegos en la arena, los cumpleaños con payasos? Crecieron en un ritual de obediencia orgánica y desobediencia civil.
Dentro de un tiempito estarás ahí, en la puerta de una disco, esperando ansioso, no sólo que no crezca, sino que aparezca... allí estarán muchos padres al volante, esperando que salgan zumbando sobre patines, con sus pelos largos y sueltos.
Aquí están hoy nuestros hijos, entre hamburguesas y gaseosas, en las esquinas, con el uniforme de su generación y sus incómodas mochilas en la espalda. Y aquí estaremos nosotros con el pelo entrecano...
Allí nuestros hijos, los que amamos con toda el alma, a pesar de los golpes de los vientos, de las escasas cosechas de paz, de las malas noticias y las dictaduras de las horas. Ellos crecerán observando y aprendiendo con nuestros errores y nuestros aciertos, principalmente con los errores que esperamos no repitan...
Y pasará el tiempo del órgano y la guitarra, del fútbol y la natación o tal vez la danza, saldrán del asiento de atrás y pasarán al volante de sus propias vidas.
Algunos deberíamos haber ido más seguido junto a su cama, a la noche, a leerles un cuento o preguntarles: ¿Qué hiciste hoy?
Pero crecerán sin pedir permiso... recordaremos cuando nos acompañaban a la playa, al campo o a reuniones familiares, cuando se peleaban por la ventana del auto o los pedidos de chicle a horas insólitas.
Seguramente llegará el tiempo en que viajar con los padres sea un dulce esfuerzo y sacrificio porque no se pueden dejar las amistades y los primeros amores.
Y empezaremos a quedar exiliados de hijos... y miraremos lejos, y los veremos abrir las alas para conquistar el mundo del modo menos doloroso posible. Por eso es necesario hacer algunas cosas adicionales antes de que nuestros hijos crezcan... porque aprendemos a ser hijos cuando somos padres y aprendemos a ser padres cuando somos abuelos...
Por eso, disfrutemos cada minuto, cada segundo con ellos mientras los vemos crecer, para que no nos pase que crecieron y nunca nos dimos cuenta...

lunes, 3 de agosto de 2009

DIOS CREÓ A LOS HIJOS Y EN EL PROCESO A LOS NIETOS ( para reírnos un rato)

A aquellos de nosotros que tenemos hijos, nietos, sobrinos, muchachos en general.... Cuando tus hijos están fuera de control, puedes sentir el alivio del pensamiento, que incluso la omnipotencia no pudo con sus propios hijos.
Luego de crear cielo y tierra, Dios creó a Adán y a Eva.Y lo primero que les dijo fue:'¡NO!'
-'No qué?', respondió Adán.
-'No se coman la fruta prohibida', dijo Dios.
-'¿Fruta prohibida? Tenemos una fruta prohibida? ¡Epa Eva...!, ¡tenemos una fruta prohibida!'
-'¡No puede ser!' , dijo Eva.
-'Sí puede ser!', dijo Adán.
-'¡No se coman la fruta!, dijo Dios.
-'¿Por qué?'
-'Porque yo soy su Padre y así lo digo', respondió Dios, pensando en por qué no había parado la creación después de crear a los elefantes.
Pocos minutos después, Dios vió a sus hijos con la manzana en la boca.Dios se molestó.
-'¿No les dije que no se comieran la fruta?', preguntó Dios.
-'Oh Oh', respondió Adán.
-'¿Entonces por qué lo hiciste? ', dijo el Padre.
-'Yo no sé', dijo Eva.
-'¡Ella lo empezó todo! ', dijo Adán.
-'Yo no fui! '-'Tú fuiste! ' 'Yo no fui! '
Teniendo este problema con sus dos hijos, el castigo de Dios fue que Adán y Eva tengan sus propios hijos. Así este patrón se estableció y nunca ha cambiado.´
Si tú, de una manera persistente y amorosa has tratado de dar sabiduría a tus hijos y ellos no la han querido aceptar..., no seas duro contigo mismo.
Si Dios tuvo problemas para criar a sus hijos, ¿qué te hace pensar que sería una papita pelada para ti?
¡COSAS PARA PONERNOS A PENSAR!
1. Tú pasas los primeros dos años de sus vidas para enseñarlos a caminar y hablar. Luego pasas los próximos dieciséis años diciéndoles que se sienten y se callen.
2. Los nietos son la recompensa por no haber matado a tus hijos..
3. Las madres de los adolescentes entienden por qué algunos animales se comen a sus hijos..
4. Los hijos a veces te corrigen; de hecho, usualmente repiten palabra por palabra, lo que no les deberías haber dicho.
5. El primer propósito de hacer fiestas a los hijos, es para recordarte que hay hijos peores que los tuyos.
6. Tenemos hogares a prueba de niños, pero ellos todavía entran allí.
CONSEJO DEL DÍA:
Trata bien a tus hijos....Ellos escogerán tu asilo en el futuro.
FINALMENTE:
Si estás muy tenso y con dolor de cabeza, haz lo que dice el frasco de aspirina: '¡¡Tome dos aspirinas y manténgase fuera del alcance de los niños!!'

martes, 30 de junio de 2009

YO TAMBIÉN FUI HIJA (por María)

¡¿Cuántas veces nuestros padres nos habrán dicho: “Lo vas a entender cuando seas madre”?!
Cuando yo era chica lloraba y despotricaba como loca cuando mis padres no me dejaban salir, no me dejaban ir a un campamento o ir sola hasta la casa de una amiga. Ni hablar cuando se oponían a ciertas amistades o a la elección de mi novio, mi ropa, mi carrera...
Lo cierto es que mis padres eran bastante miedosos y les costó mucho entender que yo necesitaba independizarme. Muchas veces les recriminé su falta de confianza en mí y en mi “buen criterio”.
Y tal vez, por ese miedo que me transmitían, fue que me costó salir a enfrentarme al mundo un poco más de lo que yo hubiera deseado.
Pero ahora que estoy del otro lado, que soy madre, los entiendo un poco más. Igual espero no repetir sus errores, sino aprender de ellos.
Es cierto que la sociedad de hoy no es la misma de hace veinte años, cuando yo era chica y empezaba a desenvolverme con mayor independencia, pero de todas maneras los chicos siguen teniendo los mismos intereses que teníamos nosotros, las mismas ganas de empezar a salir al mundo, de hacer sus propias experiencias.
Y claro que a mí también me da miedo, pero por mi miedo no puedo privarlos de la experiencia de crecer...
Es un tema complicado... Pienso en los adolescentes (y a mí ya no me falta tanto para que Guada entre en esa categoría) y me pregunto hasta dónde hay que meterse, hasta dónde hay que intervenir, hasta dónde hay que dejarlos hacer.
Me pregunto qué me va a pasar el día que venga con un novio que no me guste en lo más mínimo, el día que me diga que se va a bailar sola con sus amigas. ¿Cómo voy a reaccionar?
¿Qué voy a hacer la primera vez que le rompan el corazón? ¿O la primera vez que se tome un colectivo?
¿Qué va a pasar ese día en que me de cuenta que tiene secretos, que está planeando algo que no quiere que yo me entere? Todos lo hemos hecho y yo creo que uno como padre se da cuenta cuando los hijos lo están haciendo. ¿Vale espiar?
Siento que tengo muchas preguntas, pienso que me falta mucho por aprender y experimentar como madre. Y realmente no sé como voy a actuar...
Mis hijos aún son chiquitos y dependen de nosotros para casi todo, pero día a día eso va a ir cambiando. Ellos están creciendo, y es inevitable que empiecen a tomar sus propias decisiones, a tener gustos y elecciones muy distintas a las nuestras.
No sé cómo voy a reaccionar. Y seguramente voy a tener que aprender a soportar que muchas veces no acepten mi consejo, como yo muchas veces no acepté los consejos de mis padres.
Lo que espero es poder darles la confianza suficiente para que recurran a nosotros, para que confíen en nosotros.
Y nosotros... Nosotros vamos a tener que aprender a confiar en ellos...

lunes, 22 de junio de 2009

VOLVER A SER MUJER (por María)

El tema de este artículo se me ocurrió en cuanto me puse frente a la computadora. Es que me dí cuenta que habían pasado varias semanas sin que yo pudiera dedicarme a hacer esto que tanto me gusta: sentarme a escribir.
Cuando uno tiene un hijo, las prioridades se revolucionan. Al principio no hay nada más importante que esa nueva criaturita que ocupa todos tus pensamientos, tus miedos, tus ilusiones. Ese hijo es en lo único que podés pensar. Y no sólo porque lo deseabas, lo esperabas, lo soñabas. Sino, porque al tenerlo te das cuenta que depende absolutamente de vos. Que necesita de vos para alimentarse, para dormir, para vestirse, para empezar a convertirse en una personita. Ese bebé depende de tu mirada, de tu voz, de tu cuerpo.
Y es en ese preciso momento en donde uno deja de ser mujer para convertirse en mamá.
En mi caso, no me lo planteé. No había nada más en qué focalizarme que en la crianza de mis hijos. Era lo que se debía hacer, yo estaba para eso. No me importaba salir con la ropa manchada de comida, me olvidaba de peinarme. Toda mi energía y tiempo estaban dedicados a cuidar y criar a esa personita que había llegado a la familia.
Pero de golpe, un día me dí cuenta que los chicos estaban creciendo, que ya tenían momentos en donde no me necesitaban y que yo podía tener momentos para mí.
No es que antes no los anhelara, pero los veía imposibles de conseguir.
Y fue así, que descubrí que hacía meses que no me compraba ropa, que hace años que no pisaba un gimnasio, que ya ni recordaba cómo era eso de ir a la peluquería. Y ni hablar de dedicarle tiempo a mis gustos, al estudio, etc.
Y me fue muy difícil volver a recuperar estos espacios propios, porque siempre había algo más importante que hacer, porque siempre estaba primero el bienestar de los chicos. ¿No les ha pasado cientos de veces que ven algo de ropa que les encanta, pero que prefieren comprarle esa campera que los chicos necesitan y terminan quedándose sin dinero para comprarse lo que les gustaba? A mí sí, aún hoy me sigue pasando. Si yo tengo que decidir en quien gastar tiempo o dinero siempre ganan los chicos.
Para mí es complicado lidiar con esto de ser mamá y ser mujer. Me llevó tiempo entender que puedo ser las dos cosas y no sentir culpa.
Calculo que para los hombres será más sencillo. Ya que es algo cultural. El hombre se va a trabajar y es la mujer la encargada de los chicos y de la casa.
Pero en la sociedad actual, la mujer trabaja a la par del hombre y sin embargo sigue siendo quien se encarga de los hijos y de que el hogar marche sobre ruedas. Y la mayoría de las mujeres que trabajan varias horas fuera de su casa, sienten culpa por no poder estar más horas con sus chicos, aunque el trabajo las llene de satisfacciones y logros personales.
Por eso, cuando me senté frente a la computadora, me surgió ese pensamiento. ¡Qué difícil volver a ser mujer! Y no sólo mujer por cuidar el aspecto personal, por volver a ocuparse de una. Sino por volver a ser una persona que puede ser deseada y deseante y no sólo una madre que siempre va escudada atrás de los hijos, cargada de mochilas, deberes, mocos, pañales y preocupaciones.
Yo necesito mis espacios para dedicarme a lo que me gusta, más allá de mi trabajo. Para sentirme plena, más allá de mis hijos.
Esos son los momentos que reclamo y que no quiero volver a ceder. Porque además pienso que es mucho más sano para nuestros hijos que nosotras tengamos nuestros propios centros de interés y no que vivamos nuestra vida a través de ellos.
El tema será poder conjugar estos dos aspectos de nuestra vida y vivirlos lo mejor que podamos, sin sentir culpa.

jueves, 28 de mayo de 2009

¡YO ASÍ NO SIGO! (por María)

A veces me descubro, toda ofuscada, que así no aguanto más. Son esos momentos en los que me quedo sin voz de tanto gritar o peor aún, me guardo los gritos y los transformo en un importante dolor de cabeza y mucho mal humor.
Todas tenemos esos momentos en el día que nos superan, ¿no?
Aquí paso a relatarles uno de mis peores:
Cada mañana entre las 7,30 y 8 hs. Guadalupe y Manuel están tirados en los sillones, casi sin presentar signos vitales. Mi marido dándome el beso de despedida y deseándome un buen día. Yo intentando ver si están las mochilas listas, si tengo la merienda preparada para Guada y el cuaderno de Manuel firmado, mientras tanto, repitiendo en un tono aún cariñoso: “Vamos, chicos, tomen la leche, nos tenemos que ir al cole”. Por respuesta un ojo de Guada se entreabre, pero no pasa nada. Manuel sigue en sus más dulces sueños. Entonces, comienzo a vestirlos, pero no reaccionan. “Vamos chicos, que llegan tarde”. Nada, los dos vestidos pero aún inconcientes. “¡¡¡Vamos chicos, son 7,45, ustedes tienen que llegar antes de las 8!!!”, ya les digo con un tono bastante elevado, y por ahí, con suerte, casi se incorporan.
Guada toma una galletita y tarda poco más de 5 minutos en terminarla, mientras Manuel me dice que a la leche la quiere con más nesquik. Ya son 7,50 y no sé cómo vamos a hacer para llegar a tiempo al colegio. Logro que vayan al baño, Manuel se derrama el dentífrico sobre el buzo y Guada queda embobada mirando el noticiero, con el peine en una mano y las colitas en la otra. Ahí ya mi humor se terminó de arruinar, a los gritos les recuerdo que son 7,55 y que a las 8 toca la campana. Le calzo la mochila a Manuel, pero se queja que la zapatilla le queda apretada y entonces se la tengo que volver a atar y Guadalupe aún sigue con el peine y las colitas en sus manos. “Quiero dos trencitas” me dice con total naturalidad como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. “¡¡No hay tiempo, si querés peinarte despertate cuando te digo!!” le contesto con muy mal tono y le hago una colita.
Entonces salimos corriendo, Guadalupe casi llorando y sumamente enojada porque se ve “horrible” con ese peinado y Manuel que se sigue quejando de su zapatilla.
Así transcurren muchas de mis mañanas. Es el momento que más detesto y para colmo, cuando llegamos a la puerta de mi edificio siempre nos encontramos con el encargado. Yo intento cambiar mi cara de loca por una sonrisa, pero veo que él me mira medio preocupado. Y claro, como no, debe creer que soy una desquiciada, termino pensando.

Este, como tantos otros, son esos momentos que sacan lo peor de uno.
Esas situaciones donde terminas diciéndole a tus hijos: “¡¡Yo así no sigo!!”, “Yo no te crié así”, “¡¡Te quedaste un mes sin tv, golosinas, salidas, amigos!!”, o algo más terminante como “¡Ahora quiero ver cómo se arreglan sin mí!” y atinan a agarrar la puerta de salida. Y después de pegar todos esos alaridos, pensás que mejor te callás, porque sino los vecinos van a llamar a minoridad.
Son esos momentos en donde todo se va de control, donde te olvidás del amor filial, el instinto maternal y lo único que querés hacer es desaparecer por un tiempo. Y para colmo, después te sentís culpable porque te enojaste tanto.
¿Ustedes también tienen de esos momentos? ¿Cuáles son?

martes, 5 de mayo de 2009

¡EL COLEGIO ME TIENE HARTA! (por María)

No, no es una frase de mis hijos. Es una frase que últimamente se volvió recurrente en mis pensamientos. Es que realmente me tiene harta.
Aunque haga memoria, no encuentro en mis recuerdos escenas de mis padres explicándome temas escolares, ni sentándose casi diariamente a hacer la tarea conmigo.
En cambio con mi marido nos sorprendemos enseñando casi diariamente a nuestros hijos.
Y no hablo de valores, buenas costumbres y cultura general. Nos la pasamos enseñando matemáticas, lengua, inglés y en cualquier momento seguro que empezamos con geografía e historia.
Yo ya estoy cansada de tener que sentarme a explicar, porque creo que no es mi función. Yo no soy la maestra de mis hijos, ¡soy su madre!
¿Estoy muy equivocada?
Yo creo que mi función es la de acompañar a mis hijos en su educación académica, pero no ser quien les explica los contenidos que van conociendo.
Tal vez es el colegio de mis chicos, o tal vez es la manera en que se enseñan las cosas ahora.
Yo siento que en los colegios se tira un tema y el que tiene suerte lo agarra, y el que no que se arregle como pueda.
Les voy a dar un ejemplo para que entiendan por qué me siento tan indignada mientras escribo esta nota.
El viernes llega Guada con su carpeta de inglés. Hace apenas un mes comenzaron las clases y es el primer año en que tienen seis horas semanales de ingles.
Hasta la semana anterior sólo habían repasado escribir hasta el número 10 y de golpe aparece un listado en donde aprendían desde el 11 hasta el 1.000. Bien, eso ya me pareció un poco exagerado, era demasiada información de golpe. Pero bueno, pensé, seguro que ahora van a empezar a ejercitar de a poco. Yo toda comprensiva, doy vuelta la hoja, convencida que vería cómo les había hecho practicar escribir los números de las primeras decenas, cuando encuentro que tenían que escribir solos: 13.546, 18.953, 15.608 y un lista que seguía con esas cifras. ¡¡No les estoy mintiendo!! ¡Esos eran los números que mi hija tenía que escribir el día en que aprendió cómo se escribían los números que seguían al 10! ¡¡En inglés y sola!!
Yo miré esa lista y tardé largo rato en acordarme cómo se escribían. Guada, por supuesto, no tenía ni idea. Es que en matemática, recién empezaron a aprender los números que superan al mil. Por supuesto que no tenía ni idea, y no la debía tener.
Y ahí nos sentamos las dos, yo a tratar de enseñarle de qué se trataban esos números y ella resignada, a copiarlos como podía.
Insisto, tal vez es la escuela de mis hijos, o tal vez yo estoy equivocada. Pero no me está gustando la manera en que son tratados los estudiantes.
Yo soy maestra, y ejercí por muchos años dando clases a chicos con necesidades especiales. Y en educación especial, la manera de enseñar es muy diferente. Ahí cada chico es importante, se trata de encontrar la manera en que cada chico entienda lo que se le quiere explicar, y si hay que dar mil vueltas y enseñar lo mismo de varias maneras diferentes, se hace, se sigue haciendo y se vuelve a hacer. Por supuesto que no puedo pretender que en una clase donde hay 30 chicos se enseñe igual que en una donde hay 10, pero creo que en educación común falta un poco de eso que nosotros tanto procurábamos tener.
Falta ver las individualidades, falta pensar que no todos los chicos tienen el mismo ritmo de aprendizaje, ni los mismos intereses y aptitudes. Falta mirarlos como individuos y no como un grupo donde todos tienen que ser iguales, responder igual. Porque las diferencias existen y eso es lo que enriquece al grupo.
Y todo esto me molesta porque influye en mis hijos. Porque más de una vez regresan a casa frustrados, pensando que son ellos los que están en falta, pensando que está mal no entender, sin animarse a pedir que les vuelvan a explicar, sin animarse a exponerse ante el resto de sus compañeros.
Yo creo que lo que sí les tengo que enseñar en casa es a aceptarse como son, a aceptar que pueden no entender, que pueden equivocarse y animarse a pedirle a la maestra que vaya más despacio, que les vuelva a explicar, que les de el tiempo que necesitan. De esto sí que espero no cansarme de explicarles.

lunes, 4 de mayo de 2009

¡Y LLEGÓ EL HERMANITO!! (por María)

¿Será difícil ser la hermana mayor? Yo no lo sé. Soy la tercera; pero sospecho que no debe ser nada fácil.
Guadalupe siempre fue una nena buena, dulce, relativamente dócil... Hasta que apareció Manuel.
Recuerdo su cara, pobrecita, cuando llegó a la clínica y me vio con su hermanito recién nacido a upa. Aunque intentó mostrarse entusiasmada, sus ojitos me demostraron que le habíamos roto el corazón. Es inevitable.
Yo estoy convencida que es maravilloso tener hermanos. Sobre un hijo único recaen todas las miradas de los padres, todos los deseos, los miedos, las aspiraciones. Y cuando llega otro, esa atención se reparte; pero esto, para una nena de tres años que hasta entonces había sido el centro de nuestra vida, no debe ser nada sencillo de entender.
El día que volvimos los cuatro a casa fue un caos. Manuel lloraba y yo aún no entendía muy bien por qué. Guadalupe lloraba y no sabía decirnos qué le pasaba. Con mi marido nos mirábamos con desesperación, sin saber qué hacer. Recuerdo que hacía mucho frío, yo estaba aún bastante dolorida y me costaba caminar, por la cesárea; pero ante la desesperación, terminé en la plaza con Guadalupe y dejando a mi bebé recién nacido con mi marido. Es que no sabía cómo calmarla. Esto igual de mucho no sirvió, pasaron horas antes de ambos se tranquilizaran y cuando logré que los dos se quedaran dormidos, pensé que ya había pasado lo peor.
Pero no fue así. Manuel empezó a crecer y a hacerse notar. Y Guadalupe empezó a transformarse. A veces me costaba reconocerla. Dejó de ser esa nena dócil y cariñosa, para volverse caprichosa, peladora. Cuando Manuel y ella comenzaron a interactuar, parecían dos participantes de lucha libre.
Yo entendía que le estaba costando adaptarse a su nueva realidad, pero en el momento es difícil de soportarlo y manejarlo.
Yo estaba cansada, con un nene chiquito que reclama toda tu atención y para colmo tenía que andar apaciguando a esa fiera en que se había convertido mi hija.
Una amiga que tuvo a su segundo hijo hace unos meses, me decía que su hija mayor estaba teniendo unas actitudes complicadas. Y yo inmediatamente me acordé de Guada. Debería haberme quedado callada, pero las palabras se escaparon de mi boca y terminé diciéndole que ya se le iba a pasar... en un par de años. Ella me miró con desesperación. “Pensé que me ibas a decir un par de meses”, me dijo y yo inmediatamente le pedí disculpas por mi cruda sinceridad.
Porque Guada tardó años en reacomodarse a esta situación de tener un hermano que le roba atención, que roba elogios que antes eran sólo para ella.
Guada ama a Manuel y cuando no están juntos se extrañan, pero su sufrimiento se hizo bien evidente.
Como dice mi terapeuta, nadie se murió por tener un hermano. Es cierto, yo adoro a mis hermanos y no puedo imaginar cómo habría sido mi vida sin ellos. Pero lleva su tiempo aprender a compartir los afectos, a encontrar el nuevo rol que ocupás en la familia.
Muchas veces nos dice Guada cuando la retamos: “¡Lo quieren más a Manuel!”. Antes nos preocupaba, pero ahora ya nos dimos cuenta que es algo que inevitablemente sienten los hermanos, porque es Manuel quien muchas veces se queja diciéndonos: “¡Ustedes la quieren más a Guada!”.
Será de cuestión de aprender a pasar estos momentos, de darles tiempo e intentar demostrarles que el amor no se divide con la llegada de un hermano, sino que se multiplica. Y que uno ama a cada hijo por lo que es y no en comparación con el otro.

jueves, 23 de abril de 2009

¡ME AGARRÓ EL HORMONAZO! (por María)

Qué estado complicado es el embarazo, ¿no?
Recuerdo cuando quedé embarazada de Guada, la verdad que la pasé bárbaro, pero no sé si el cambio hormonal, la ansiedad y los miedos a veces me hacían no reconocerme. Igual lo viví como un idilio.A pesar de haber tenido un embarazo algo complicado (tenía placenta previa), yo lo disfruté muchísimo.
Pero mi segundo embarazo me tomó de otra manera. También lo disfruté, ansiaba volver a estar embarazada, ansiaba la llegada de mi segundo hijo, pero reconozco que me volví un poquito loca.
Yo responsabilizo a mis hormonas, para quitarme un poco de presión; pero realmente fue una época en donde me costó reconocerme y aguantarme y ¡no les cuento lo que le costó a mi marido!
Me enfurecía, todo me ponía nerviosa, terminaba a los gritos y dando portazos. Realmente estaba como loca.
También creo que al ser más grande y ya tener otro hijo era más conciente de los riesgos y me volví más miedosa.
Ya no éramos sólo mi panza y yo las que importábamos, estaba Guada.
Guada que era lo más importante en mi vida. Temía que me pasara algo en el parto, temía que Guada quedara sin mamá. Y también sentía culpa por darle un hermanito, que aunque yo sabía que era algo buenísimo para ella, temía que la pusiera celosa, que le quitara sus espacios y que ella, en consecuencia, sufriera.
Y metida en todos estos embrollos mentales llegó el séptimo mes de embarazo.
Guadalupe había nacido por cesárea en el octavo mes de embarazo, no sólo por tener placenta previa, sino también porque había tenido un par de picos de presión alta.
Entonces, al llegar el séptimo mes de embarazo de Manuel, yo empecé a ponerme realmente ansiosa, veía muy cerca el parto, no sabía cómo iba a aguantar dos meses más.
Estaba gorda como una vaca, harta de mi trabajo, agotada de cuidar a Guada y me pasaba peleando con mi marido. Un panorama espectacular.
No había día en que no brotara y llamara llorando a Verónica, que pobre se pasaba tranquilizándome.
Hasta que una mañana, ya en la semana 35, terminé de enloquecer. Luego de gritarle no se cuantas cosas a mi marido por teléfono y de descubrirme teniendo un terrible dolor de cabeza y de nuca, decidí que era momento de tomarme la presión, que por supuesto me dio muy alta.
¡Voy a parir hoy! ¡Peleada con mi marido! ¡No estoy depilada! ¡No terminé de preparar el bolso! Y para colmo, ¡no tengo una foto con la panza de este mes! Creo que ese fue el pensamiento que más me angustió. Es que realmente estaba desquiciada.
En conclusión, en ese estado de desesperación, luego de hablar con mi obstetra (que me tuvo una paciencia increíble) quedé en encontrarme con ella en la clínica en un par de horas.
Pero los astros no estaban de mi lado, no lograba ubicar a mi marido, seguía sin tener la foto y no lograba tranquilizarme ni bajar mi presión.
Entonces llamé a mi papá, que bastante preocupado me vino a buscar para llevarme a la clínica.
Y allí estaba yo, muerta de miedo, con el bolso en una mano, mientras llamaba al colegio de mi hija para que se enteraran que no llegaría a buscarla, cuando de pronto descubrí que no me había sacado la foto. Y en ese estado de desquicie total, antes de salir, me ubiqué junto al sillón y papá me tomó la foto de mi casi octavo mes de embarazo.
¡Si supieran la cara que tengo en esa foto! Tengo una cara de loca peligrosa, todavía hoy la miramos y no podemos dejar de reírnos. La subiría para que la vieran, pero me da mucha vergüenza.
Gracias a Dios, ese día no nació Manuel, llegué a la clínica y ya la presión había bajado, pero no se hizo esperar mucho, nació una semana más tarde, por suerte en un día en que mi estado mental estaba algo más estable (aunque mi presión no) y mi marido pudo estar tomando mi mano mientras me hacían la cesárea.
Y sí, el embarazo es un momento complicado en nuestras vidas, porque llevamos una vida adentro que depende absolutamente de nosotras y de nadie más. Porque sólo nosotras sabemos lo que sentimos cada día durante esos nueve meses.
Porque se entremezclan miles de sensaciones, deseos, miedos, fantasías.
Y ¡¿cómo no ponerse nerviosa, loca y hasta insoportable?! ¡Estamos por ser mamás! ¡Estamos por recibir a ese ser que vinimos esperando y deseando por mucho tiempo!

miércoles, 22 de abril de 2009

TODO LO APRENDÍ DE MI MAMÁ (para reirnos un rato)

Mi mamá me enseñó a APRECIAR UN TRABAJO BIEN HECHO :

'Si se van a matar, háganlo afuera. ¡Acabo de terminar de limpiar!

Mi mamá me enseñó RELIGIÓN :

'Mejor rezá para que salga la mancha de esta alfombra'

Mi mamá me enseño LÓGICA :

'Porque yo lo digo, por eso... y punto'

Mi mamá me enseño PREDICCIONES :

'Asegurate de que estás usando ropa interior limpia y sin agujero por si tenés un accidente'

Mi mamá me enseñó IRONÍA :

'Seguí llorando y yo te voy a dar una razón verdadera para que llores'

Mi mamá me enseñó a ser AHORRATIVO :

'Guardá las lágrimas para cuando yo me muera'

Mi mamá me enseñó ÓSMOSIS :

'Cerrá la boca y comé'

Mi mamá me enseñó CONTORSIONISMO

'Mirá la mugre que tenés en la nuca'

Mi mamá me enseñó FUERZA DE VOLUNTAD :

'Te vas a quedar sentado hasta que termines la espinaca'

Mi mamá me enseñó METEOROLOGÍA :

'Parece que un huracán pasó por tu cuarto'

Mi mamá me enseñó PARADOJAS :

'Te dije un millón de veces que no seas exagerado'

Mi mamá me enseñó MODIFICACIONES DE PATRONES DE COMPORTAMIENTO:

'Dejá de actuar como tu padre'

Mi mamá me enseñó ENVIDIA Y MATEMÁTICAS:

'Hay millones de chicos menos afortunados en este mundo que no tienen padres tan maravillosos como vos '

Mi mamá me enseñó habilidades como VENTRILOQUÍA:

'No me rezongues, calláte y contestame: ¿Por qué lo hiciste?'

Mi mamá me enseñó técnicas de ODONTOLOGÍA:

'Me volvés a contestar así y te voy a estampar los dientes en la pared'

Mi mamá me enseñó RECTITUD:

'Te voy a enderezar de una patada en el culo'

GRACIAS MAMI !!!!!

¡CUMPLÍ OCHO AÑOS DE MAMÁ! (por María)

El otro día leímos con Vero este comentario que había escrito una amiga nuestra y nos pareció una frase sumamente acertada.
Nadie nace siendo madre ni padre, y aunque lo fantasees o lo proyectes en realidad no tenés mucha idea de qué se trata.
Uno empieza a ser mamá en ese momento tan maravilloso en que te colocan a tu hijo entre tus brazos. Ese momento inolvidable, único, en que por primera vez te conocés con tu hijo, en el que por primera vez se conectan las miradas. Donde empezás a descubrir sus olores, sus texturas. Un momento de éxtasis total.
Pero luego, volvés a la realidad, y ese ser humano que tanto ansiabas no es sólo un cachorrito que colocaron entre tus brazos y que se va a quedar ahí mirándote.
Esa personita empieza a interactuar y ahí te das cuenta que no tenés ni idea de lo que te está pidiendo.
Uno empieza a probar... Tendrá hambre... Tendrá sueño... Le dolerá la panza... Y tantas otras cosas que se nos cruzan por la cabeza.
Es que uno aprende a ser mamá con ellos. Hay cosas que salen bien por instinto o por sentido común, pero hay situaciones en donde nos sentimos absolutamente desorientadas.
Y yo me quedé pensando en esta frase: “Cumplí ocho años de ser mamá”.
Yo la miro a Guada de ocho años y la veo super chiquita, veo cuánto ha crecido, pero también sé todo lo que le falta por crecer, por aprender, por experimentar.
Entonces pienso que yo también soy una mamá chiquita (apenas tengo ocho años), que a mí también me falta mucho por aprender y experimentar.
Será por eso que muchas veces me confundo en la enseñanza de mis chicos, que muchas veces no sé qué es lo correcto y miro hacia el futuro y me doy cuenta que seguramente habrá situaciones que no voy a saber cómo resolver.
Seguramente el hijo mayor será el que más sufra nuestro aprendizaje, y que a los que vienen luego se les haga algo más llevadero.
Será cuestión de seguir creciendo, de seguir probando, de tomar las cosas buenas que vamos haciendo y de intentar modificar las malas. No nos olvidemos que estamos aprendiendo...

FLORENCIA EMPEZÓ EL JARDÍN (por Verónica)

Sí, Florencia con 1 añito y medio empezó el jardín, ¡¡y no saben lo contenta que va!! En general se despierta de la siesta cerca de la hora que tenemos que salir de casa y cuando le digo a donde vamos se pone feliz. ¡Empieza a decir: “llane, vamo, nene, chau, Ame”! Todo eso quiere decir que agarre la llave, que vamos a ver a sus amigos y se despide de la señora que trabaja en casa a quien ella le dice Ame.

Va tres horas y es genial para ella y también para mí. Como yo tengo la posibilidad por mi trabajo, de estar bastante en casa, empezó a ser necesario que estuviéramos unas horas del día separadas. La verdad que fue una excelente opción. La adaptación fue sencilla tanto para ella como para mí, porque si ustedes ya pasaron por esto, saben que la adaptación es para los chicos, pero también para los papás. Sí, algún día se quedó llorando, pero a los pocos minutos que yo me iba, se calmaba y podía jugar y divertirse con sus amigos y maestras.

Tal vez podríamos haber decidido que ella se quede unas horas en casa al cuidado de un adulto, pero la verdad es que nos gustó más la idea de que fuera al Jardín. Voy a ser sincera...... cuando la maestra nos dijo que en un par de días, Florencia se podía quedar sin mí en el jardín, y hacer todo el horario completo, me aparecieron todas las dudas y miedos que se les puedan ocurrir. ¿La cuidarán bien? ¿No subirá sola la escalera que va a la terraza? Y muchas preguntas más.... Después se me paso y estoy feliz de verle la cara de alegría cuando la dejo y cuando la voy a buscar.

El Jardín es un espacio para conocer amigos y jugar (¡entre muchas cosas más!). Sí, tal vez se enferme un poco más que si estuviera en casa o vuelva algún día con un rasguñón, pero mientras que este sea un ámbito de disfrute para ella, y que me permita a mí hacer mis cosas, bienvenido sea.

TODOS OPINAN (por Verónica)

Desde el momento que una va a convertirse en madre, va a ser mucha la gente que con buena intención (y a veces no tanta....) nos va a contar sus historias y a darnos consejos.

¿A quién no le han contado alguna historia no muy agradable cuando estaba embarazada? ¿Por qué será que algunas personas no tienen nada de tacto en un momento tal especial para una mujer? Por ejemplo, de golpe te cruzás con alguien que ni conocés y te cuenta cuanto estás en tu octavo mes de embarazo, que su hija, nuera o sobrina tuvo un parto complicado, doloroso y ¡no sé qué más!! ¿Hace falta? Creo que no....

¿Alguna vez te dijeron alguna de estas frases?:" ¡Tu hija no come nada!, ¿Siempre se porta así?, ¡No tendrías que llevarla a la calle con esa tos! ¿La nena no está un poco gordita? ", y demás comentarios que más de una vez no nos caen muy bien y nos enojan.

A mí alguna vez me dijeron cosas parecidas. Hace unos años me enfurecían, pero ahora, la verdad es que en su mayoría no me preocupan y no me afectan como antes.
Por supuesto que si es un consejo con buena onda va a ser muy bien recibido. Lo bueno es que sea dicho por alguien que lo dice con cariño, porque tal vez ya pasó por eso y nos quiere ayudar, y no juzgándonos y sólo criticando lo que nosotros hacemos.

La crítica por la crítica misma no ayuda, no sirve, ni nos enriquece.

¡TENGO UN HIJO CHIQUITO! (por Verónica)

¿Qué contarles de Florencia? Ella es mi segunda hija y tiene 1 año y medio. Es divina, simpática, inquieta y ¡tiene unos rulos hermosos! ¡Eso de ser la segunda es un alivio para ella!
Mi primer hija, Agustina, fue creciendo en medio de mis dudas, temores y miedos típicos de una madre primeriza. Con Florencia es todo más relajado y la puedo disfrutar mucho más, pero igualmente que etapa difícil ¡Tan linda como difícil!!

¡Las mamás que tenemos hijos de esta edad sabemos que hasta ir al baño es complicado! ¡Ni pensar en elegir con tranquilidad la ropa que nos queremos poner, maquillarnos o darnos una ducha! La única manera de hacerlo es mientras ellos están durmiendo o al cuidado de otra persona.

No se quedan quietos ni un minuto y todavía dependen mucho de nosotros, de nuestros cuidados, de que los alcemos, demos de comer y demás. ¡¡Agotador!!
Y si no trabajás, o trabajás pocas horas, ni les cuento. Cuantas veces se escucha decir:" ¡Pero qué bueno que podes estar todo el día disfrutando de tus hijos! ¡Me encantaría estar en tu lugar! "
En verdad es hermoso estar con ellos, pero no todo el día.
Yo siento la necesidad de tener aunque sea un rato para hacer algo que no tenga que ver con nuestros hijos.

Ideal sería que pudiéramos hacer una combinación entre ser una mamá y ser "alguien más ", una persona separada de ellos por lo menos por un rato......
Difícil lograrlo, sobre todo cuando tienen la edad de Florencia, pero bueno, lo intento cada día. Me cuesta mucho, igualmente, de a poco, ella va creciendo y eso también me ayuda a recuperar algunos espacios que fui perdiendo desde el momento en que llegó.

Sabemos que cada etapa en el crecimiento de nuestros hijos tiene una parte hermosa y otra bastante complicada. Lo importante es poder disfrutar de ello y salir adelante como podamos con las complicaciones que se nos plantean; pero sin perdernos a nosotros de vista y no resignar esos momentos que encontremos para seguir siendo mujeres, además de madres.

martes, 14 de abril de 2009

¡MAMÁ, TE ODIO! (por María)

¡Qué frase terrible, pero tan usada por nuestros niños! ¡Y hay que soportarla!
Yo me doy cuenta que a veces cuando escucho esa frase, es que estoy haciendo las cosas bien.
Es muy difícil poner un límite, muy trabajoso, pero sabemos que son necesarios.
Tendría infinidad de anécdotas para contarles que terminaron con esas frases por parte de mis hijos. Infinidad.
Guadalupe y Manuel son muy diferentes. Ella tiene ocho años y Manuel cuatro. Guadalupe es más reservada, pero sumamente obstinada. En cambio Manuel no para de hablar, y cuando se le mete algo en la cabeza no deja de taladrarte los oídos hasta que te convence o se cansa (cosa que rara vez pasa). Pero los dos a su manera intentan conseguir todo lo que quieren. Y no siempre se puede darles todo lo que quieren, y no siempre se debe.
“¿Y ahora a dónde vamos a ir?” Es capaz de preguntarme Guadalupe después de un día entero que haber ido a jugar a la casa de su amiguita, luego a jugar a la plaza y de haber salido a pasear por ahí.
¿Es que nada los conforma? Siempre es mi primer pensamiento. Y seguramente nada los conforma.
Entonces ante mi respuesta: “Ahora es momento de volver a casa, bañarse, comer y dormir” empieza el berrinche.
“Yo quiero que venga una amiga a dormir” “Yo quiero ir al Shopping” “Quiero ver una película” “Quiero ir a comer a Mc Donalds”. Y tantas otras opciones más que siempre se le ocurren.
Y el “no” les duele en el alma. El “no, ya por hoy fue suficiente”, les revuelve las tripas, pero ese “no”, es necesario, ¿no?
No solamente porque uno esté cansado y ya a las ocho de la noche lo único que quiere es que los chicos coman y se vayan a dormir y tener uno un ratito de tranquilidad. Sino también por ellos.
Eso es lo que yo creo, ellos tienen que entender que en la vida no se puede tener todo lo que quieren permanentemente. Porque en la vida real, es así.
No siempre van a conseguir todo lo que quieran, no siempre van a recibir la respuesta que quieran. Porque en la vida, mal que nos pese, hay reglas que seguir.
Y yo creo que los límites sirven para ordenarse, les sirven a ellos para ordenarse, para tener alguna especie de seguridad.
Si uno permanentemente les dijera que sí a todo, sería un gran caos. Se dormirían a cualquier hora, y seguramente en la cama de los papás y no en la suya, se bañarían el día que tuvieran ganas, comerían papas fritas y alfajores permanentemente y verían la tele hasta que se le cerraran los ojos.
El “no” me parece que los prepara para la vida. Yo no tengo un montón de cosas que me gustaría tener, hay un montón de cosas que me gustaría hacer y que no puedo. Pero puedo vivir y disfrutar de lo que sí tengo y eso es lo que intento transmitirles a ellos.
Tal vez es por eso que puedo soportar ese “¡Te odio, mamá!”

viernes, 10 de abril de 2009

¡PRESTAME ATENCIÓN!

¡MI NENA EMPEZÓ PRIMER GRADO! (por María)

Recuerdo como si fuera ayer el día que Guada empezó primer grado.
Estaba tan linda, con su pollerita escocesa y su chombita, las dos colitas, los zapatos brillantes y su mochila al hombro.
Ella estaba nerviosa, pero feliz.
En cambio yo... ¿Cómo explicarles? No se qué extraño sentimiento se apoderó de mí y ese gran día fue el comienzo de un estado de locura que hasta hoy me sigue persiguiendo.
Si me preguntan cual es el mayor conflicto que tengo como madre, les contesto con la mayor sinceridad, que es ser madre de una nena en primaria.
Pobre Guada, yo sé que no es su culpa, son cosas mías seguramente, pero me fueron imposibles no transmitírselas y todo se volvió un gran círculo vicioso que gracias a horas de terapia de a poquito se pudieron ir resolviendo.
Un día estábamos haciendo la tarea de matemáticas (materia que no odie en el colegio, pero que ahora me provoca una inmensa aprehensión) y Guada simplemente tenía que escribir los número del 1 al 20. “Una pavada”, pensé. “Esto sale como tiro”, me dije antes de que Guada comenzara a escribir. Y empezó, uno, dos, tres... Íbamos genial hasta que quedó petrificada ante el 14. ¡¡Sí!! ¡¡Quedó petrificada!!
-¡Dale! –Decime como se dice y yo te ayudo a escribirlo –le dije ya con una simulada calma.
Guadalupe me miraba con cara confusión y mi cara se iba desfigurando. ¡¡¿¿Desde cuándo se había olvidado cómo se pronunciaba el catorce??!! ¡¡Ni hablar del 15!!
Perecía que jamás en su vida había escuchado aquellos números.
¿Cómo podía ser? ¡Estaba en primer grado! ¡Ya sabía leer y escribir y no podía pronunciar esas dos palabras!
Y confesemos que uno en ese momento no se pone en madre comprensiva, intentando encontrarle una explicación psicológica del por qué la nena tiene un bloqueo y no le sale decir dos números tan sencillos que había pronunciado tantas veces antes en su vida.
Yo empecé a pensar que a Guada le fallaba algo, que estaba en cualquiera menos en donde debería estar y no se me ocurrió sentarme tranquila y hablar del por qué de su reacción. Yo quería gritarle ¡¡Nena!! ¿Qué te pasa? ¿Cómo m... no sabés que se dice catorce y quince? ¿Cómo puede ser que a esta altura no te acuerdes estos números?
Por suerte, no se lo grité, pero seguramente Guadalupe leyó en mi rostro mi desesperación, porque tardó un par de semanas en poder volver a acordarse del 14 y del 15.
Y para qué contarles de los problemas. ¡¡Cuántos problemas que nos causaron!! Jamás le pegaba a la cuenta que había que hacer. “Si Juancito tiene tres caramelos y le regala dos a un compañero, ¿cuántos caramelos le quedan?”.
La cara de Guada ante mis preguntas era como la mía cuando alguien me habla en chino. “¿Tengo que sumar?”, me decía al rato.
Reconozco que unas cuantas veces enloquecí. Hasta que un día, después de haberla hecho estudiar como cuatro horas seguidas, hasta que ella me pidió que paráramos porque veía nublado, me di cuenta que era yo la que estaba haciendo algo mal. Y terminé de confirmarlo cuando mi psicóloga en una sesión me dijo: “Yo no doy consejos, pero esta vez te digo que nunca más toques un cuaderno de tu hija”.
Aunque intenté no meterme, me fue imposible. Y fue así que cada vez que teníamos una tarea de matemática terminábamos las dos con cara de desquiciadas, yo con todos mis pelos parados y ella sin saber si 2 + 2 da 4.
Ya han pasado un par de años en donde me vengo cuestionando qué es lo que provocó esto.
Yo creo que todos los padres tenemos depositado demasiadas expectativas en nuestros hijos.
Todos queremos que ellos sean los mejores en todo. Y eso es imposible. Porque nadie puede ser el mejor en todo. Todos tenemos gustos, cosas que nos salen mejor y otras en las que somos terribles.
Yo creo que a mí me costó horrores reconocer que Guada no era perfecta, que podía no ser excelente en algo.
Guada es espectacular simplemente por ser Guada, mi hija, a la que amo con todo mi corazón. Pero por supuesto que no tiene por qué ser perfecta en todo. Tiene todo el derecho del mundo a tener más dificultades en unas cosas que en otras. Tiene derecho a equivocarse, porque está aprendiendo, porque uno aprende de sus errores.
Yo me di cuenta que yo me permito equivocarme, pero que me costó muchísimo permitírselo a ella y transmitirle que estaba muy bien equivocarse, que no era necesario que fuera diez en todo lo que hacía. Que lo más importante es intentar ser lo mejor que se pueda y no “ser el mejor”.
Igual les confieso que ahora, la tarea de matemáticas la hace con mi marido, por las dudas.

miércoles, 8 de abril de 2009

¿SOY MALA MADRE? (por María)

Díganme si no es algo que siempre se andan cuestionando. Yo sí. A veces con culpa, a veces con resignación. Pero bueno, es una realidad. Uno muchos veces siente que se está mandando la peor macana del mundo y que después, en uno diez años (o antes), nuestros hijos van a estar sentados frente a su psicólogo, descubriendo que todos sus problemas vienen de aquella vez que nosotras les dijimos tal cosa, los ubicamos en tal o cual lugar.
Y la verdad es que eso es lo que yo hago cuando hay cosas de mi vida que me molestan. Siempre en alguna de mis sesiones, por ahí aparecen los padres como promotores de mis neurosis.
Y bueno, será así. Pero yo hago lo que puedo, lo que me sale, lo que instintivamente creo que es lo mejor para mis hijos. Yo intento no repetir los errores que mis padres cometieron conmigo, pero a veces los cometo, y otras veces cometo otros.
Igual creo que salí bastante bien, a pesar de los errores de mis padres. Y espero que mis hijos salgan bastante bien a pesar de los míos y los de mi marido.
Yo creo que lo importante es estar atenta. Atenta a las reacciones de los chicos, atenta a esas cosas que de golpe te das cuenta que hacen ruido en tu cabeza y ver si las podés torcer.
Yo amo a mis hijos e intento darles todo el amor que tengo, intento escucharlos; pero estoy segura de que siempre algo se nos pasa por alto.
Pero somos humanas, sería imposible ser perfectas. Y está bueno que ellos también nos vean imperfectos, porque sino estaríamos transmitiéndoles que en la vida uno no se puede equivocar, uno no puede fallar. Y eso es imposible y termina siendo sumamente frustrante.
Y sí, por eso yo me hago cargo. A veces soy mala madre, pero intento estar atenta, no sé si para cada día ser un poco mejor, pero sí por lo menos un poco más humana.

ASÍ SURGIÓ NUESTRO PROYECTO

Estábamos un día cenando en la casa de Verónica. Ya era tarde, habíamos terminado una larga semana llena de trabajo, tareas de la escuela, idas al doctor, a natación, a baile y tantas otras cosas más, cuando de golpe las dos nos miramos y leímos la misma cara de desesperación en ambos rostros.
¡Qué difícil es esto de ser mamás!
Florencia, de apenas un año, saltaba arriba del sillón, mientras Verónica desesperada intentaba llegar a agarrarla antes de que se cayera, y justo a su lado Manuel, como si fuera el único en el mundo, destrozaba nuestros tímpanos tocando un bombo.
“¡Yo necesito una licencia!”, pensé.
Fue en ese mismo momento en que las dos nos sentamos junto a la mesa, intentando abstraernos de todo lo que pasaba a nuestro alrededor (cosa para nada sencilla) y tomamos la firme determinación de crear un espacio en donde pudiéramos compartir con ustedes todo esto que se siente, se padece y se disfruta. En pocas palabras, el arte de ser mamá.
Cuando pensábamos en el nombre para nuestro blog empezaron a surgir muchas cosas: “Madres al borde de un ataque de nervios”, “¿Por qué no me avisaron antes?” “¿Y ahora qué hago?”, “¡Si lo hubiera sabido!”.
Lo cierto es que estábamos muy cansadas. Y no hay duda que ser madres es un trabajo sumamente difícil y agotador; pero que no cambiaríamos por nada en el mundo.
Por eso nuestra idea es compartir con ustedes nuestras anécdotas, para que sepan que no están solas en el mundo, que a todas nos pasan cosas similares. Que aunque a veces nos sintamos muy malas madres, hacemos lo que podemos, porque ningún hijo vino con un libro de instrucciones y no está probado que en nuestra carga genética venga la manera correcta de hacer las cosas.
Por eso, esperamos que nuestra página les sirva para divertirse un rato, para sacar alguna idea y también para darla. Para sentir que encontraron un lugar en donde se pueden sentir identificadas.
¡¡Qué lo disfruten tanto como nosotras disfrutamos al escribirlo!!
Verónica y María